Aunque Donald Trump es conocido por no tener el estilo de vida más saludable ya que es un gran fanático de la comida rápida, no todas sus elecciones son malas. De hecho, resulta que Trump no bebe y nunca ha bebido alcohol. De hecho, Trump es un abstemio declarado y lo ha sido durante toda su vida. ¿Sabes el motivo?
“Tenía un hermano que era un tipo fantástico, pero tenía un problema con el alcohol”, dijo Trump a la Junta Asesora Nacional de Fe en la Cumbre Nacional de Fe inaugural en Powder Springs, según The Independent. “Es un problema difícil de curar y nunca he bebido por eso. Creo que tengo el tipo de personalidad en el que probablemente tendría un problema”. Fred Trump Jr., que era ocho años mayor que Trump, tenía sólo 42 años cuando falleció a causa de un ataque cardíaco inducido por el alcohol.
Trump no solo testificó sobre el efecto que el alcohol tuvo en su hermano desde una edad temprana y cómo lo llevó a la muerte, sino que también le dijo a PEOPLE en 2015 que Fred Jr. le había dicho repetidamente que no bebiera. «Me dijo: ‘Nunca bebas’ y entendió el problema que tenía y que era un problema muy difícil», dijo Trump. Por eso Trump nunca bebía. Lo cual, considerando cómo funciona el alcohol, científicamente hablando, podría ser la decisión más inteligente que Trump haya tomado jamás.
Los genes pueden desempeñar un papel en el alcoholismo
Los trastornos por consumo de alcohol (AUD) son muy comunes. Según la Organización Mundial de la Salud, 400 millones de personas en todo el mundo padecen esta adicción.
Aunque no parece que los padres de Donald Trump ni sus otros hermanos tuvieran el mismo problema de alcoholismo que Fred Trump Jr., existe la posibilidad de que, en algún lugar de su linaje, otro miembro de la familia haya tenido algún trastorno o adicción.
Aunque no existe un “gen del alcohol”, varios genes y su composición pueden contribuir a que alguien tenga un mayor riesgo de desarrollar un trastorno o dependencia. Sin embargo, la probabilidad genética es mayor cuando uno de los padres tiene este problema y se lo transmite a su hijo. En algunos casos, esto se salta una generación y son los nietos quienes tienen más probabilidades de sufrir este problema. Pero lo que es importante tener en cuenta es que nadie nace con la enfermedad, sino más bien predispuesto a desarrollarla en el futuro.
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